Repartir hasta morir: el peor final para los ‘riders’

enero 10, 2021

Escrito por: Jorge Choque

Los turnos de trabajo han llegado a superar las 20 horas seguidas, provocando 15 fallecidos en el 2020. En sus últimos días, Kim Dong Hee había enganchado jornadas interminables repartiendo paquetes a lo largo y ancho de Seúl sin descanso. “No puedo más. Estoy agotado”, le escribió a un colega una de esas madrugadas durante

Los turnos de trabajo han llegado a superar las 20 horas seguidas, provocando 15 fallecidos en el 2020.

En sus últimos días, Kim Dong Hee había enganchado jornadas interminables repartiendo paquetes a lo largo y ancho de Seúl sin descanso. “No puedo más. Estoy agotado”, le escribió a un colega una de esas madrugadas durante un turno que ya duraba 21 horas y todavía no había acabado.

Cuatro días después, este hombre de 36 años fue encontrado muerto en su casa debido a un fallo cardiaco. Su nombre pasó a integrar la funesta lista de 15 repartidores que fallecieron en el 2020 en Corea del Sur, según el recuento de algunos sindicatos. Sus colegas y familiares consideran que sus muertes están relacionadas con la ingente carga de trabajo que soportaban, exacerbada por el auge vivido por el sector a causa del coronavirus (hasta un 30% de repartos más este año), y han dejado al desnudo las vergüenzas de una industria que apenas brinda protección a sus empleados.

Clasificados como trabajadores autónomos, las grandes empresas logísticas que los subcontratan no les garantizan un tiempo de descanso mínimo, límites a la jornada laboral o compensaciones si se lesionan trabajando. De esta forma, un conductor de reparto puede echar 12 o más horas al día en su puesto, seis días a la semana, y cobrar unos 0,6 euros por entrega, sin recibir compensación alguna por las horas extra o tareas como la de cargar los camiones. Además, son multados si se retrasan en las entregas, cada vez más apretadas por la continua aparición de servicios exprés con los que las empresas compiten entre ellas.

Condiciones así pasan factura a mensajeros como Jang Deok Jin, de 27 años, un aficionado al taekwondo que perdió hasta 15 kilogramos después de año y medio realizando turnos nocturnos. Tras uno de ellos, su padre lo halló muerto boca abajo en la bañera. “Cuando nos contaba que tenía un trabajo tan duro, le decíamos que no pasaba nada si lo dejaba, pero él solía argumentar que tenía planes de futuro. Me culpo por no haberlo disuadido”, se lamentó su progenitor, que llevó el caso a la Asamblea Nacional de Corea del Sur para que analizaran las circunstancias de su fallecimiento.

Estos casos llamaron la atención del presidente surcoreano, Moon Jae In, que solicitó una revisión de las condiciones de trabajo de estos empleados, y su gobierno se plantea introducir una semana laboral de cinco días e incluso prohibir las entregas nocturnas. Se da la casualidad de que el mandatario hizo del “equilibrio entre la vida laboral y personal” y el “derecho al descanso” dos de sus prioridades electorales, por lo que el año 2018 redujo la semana laboral máxima en 16 horas (pasó de las 68 horas a las 52 horas).

Sin embargo, la limitación no se aplica a los repartidores por su carácter de autónomos. No está claro hasta qué punto las condiciones laborales fueron factores determinantes en los 15 decesos que los sindicatos atribuyen al exceso de trabajo. Aunque con reticencias, las grandes logísticas del país como CJ Logistics y Hanjin Transportation han pedido perdón públicamente por la muerte de estos trabajadores y prometido mejoras como revisiones médicas o menos carga de trabajo.

Para ello, CJ Logistics se ha comprometido a contratar a 4.000 nuevos trabajadores para reducir la cantidad de trabajo no remunerado de los repartidores –por ejemplo, cargar los paquetes en los vehículos de reparto–, mientras que Hanjin dijo que acabará con los turnos de entrega nocturna. “Haremos lo posible para que un incidente tan trágico no vuelva a ocurrir”, dijo la firma en referencia a la muerte de Kim.

Por su parte, al igual que ha sucedido en otros países como Estados Unidos, Italia o España, los trabajadores del sector han organizado varias huelgas para pedir una mejora de sus condiciones. “¡Queremos vivir!”, han coreado decenas de ellos durante sus manifestaciones. Su precariedad y los fallecimientos se han hecho un hueco entre los titulares de la prensa local, y la población ha comenzado a reaccionar expresando su simpatía por ellos o dejándoles pequeños refrigerios en la puerta con notas como “No pasa nada por llegar tarde”.

Fuente: La Vanguardia

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